Señales de vida: una carta de Apichatpong Weerasethakul

Señales de vida: una carta de Apichatpong Weerasethakul

El cine  de ahora

Me emocionó la carta de Jia Zhangke, me hizo sentir la importancia de la amistad, de la afinidad, en este tiempo de confinamiento. Aspiro a hacer lo mismo compartiendo algo de mis pensamientos.

Esta mañana me levanté pensando en una palabra, “viaje”, y en el modo en que estamos ligados a la misma. Cuando éramos jóvenes en un trayecto en carretera, nuestra mente inquieta hacía que nos preguntásemos una y otra vez: ¿hemos llegado ya? .

Al hacernos mayores, prestamos más atención al paisaje  que desfila ante nosotros. Observamos los árboles, las casas, las señales, otros vehículos. Nos entrenamos para mantener la calma en un viaje. Sabemos que existe un destino.

Una película es un viaje en sí misma. Nos conduce hasta diferentes puntos dramáticos. A lo largo del trayecto hay  puntos menores, de relleno,  que funcionan como mini- destinos. Cuantas menos interrupciones constituyan el camino, haciendo olvidar el tiempo a la audiencia, más próximo se está del “arte” de dirigir películas.

En el centro de este asunto, el vestuario, el sonido, maquillaje, el equipo de técnicos, la edición, la música, todos ellos trabajan muy duro para propulsar a la audiencia hasta su destino individual.

A diferencia del cine, el destino del viaje de este Covid-19 es algo vago. A diferencia de un viaje en coche, nosotros no nos movemos. La mayoría estamos en casa. Miramos a través de las ventanas el mismo decorado, y … seguimos mirándolo.

Sentimos la vulnerabilidad de nuestra mente y de nuestro cuerpo. Somos consciente de los relojes, -internos y externos-. Mi rutina matinal ya se ha establecido. Recuerdo cada paso que doy cuando preparo el desayuno. Recuerdo la dirección del sol fuera a cualquier hora del día.

Para mantener la cordura, algunos han incorporado técnicas de mindfullness en sus rutinas diarias. Intentamos observar nuestro entorno, emociones, acciones, tiempo, ausencias. Cuando el futuro es incierto, el ahora es muy valioso.

Esta mañana, después del desayuno (un plato de frutas, cereales (weet-bix) y dos huevos hervidos), imaginé un guión. Quizás esta situación haya creado un grupo de personas que hayan desarrollado la habilidad de permanecer en el presente de forma más duradera que otros. Que puedan soportar ciertas cosas durante un tiempo mayor. Crecen en una conciencia absoluta.

Una vez que hayamos vencido al virus, cuando la industria del cine se despierte de su estupor, este nuevo grupo de espectadores de cine, no querrá emprender el mismo antiguo viaje del cine. Serán maestros del arte de la mirada: vecinos, tejados, pantallas de ordenador. Se habrán preparado mediante innumerables videollamadas con amigos, cenas de grupo filmadas desde un ángulo de cámara continuo.

Necesitarán un cine más próximo a la vida real, al tiempo real. Desearán el cine del Ahora que no tiene ni pausas ni metas en su camino.

Entonces, se les mostrará las películas de Bela Tarr, Tsai Ming-Liang, Lucrecia Martel, quizás las de Apichatpong y Pedro Costa, entre otros. Durante un periodo de tiempo, estos extraños realizadores serán millonarios por el aluvión de venta de entradas. Comprarán gafas de sol nuevas, y tendrán vigilantes de seguridad a su servicio, mansiones y coches, y fábricas de cigarrillos, y dejarán de hacer películas.

Pero muy pronto, la audiencia culpará a este cine de ser demasiado rápido. Surgirán señales de protesta : “no queremos trama alguna, ni movimientos de cámara, ni cortes, ni música, nada de nada.”

Un manifiesto del cine Covid-19 (CCM serían las siglas en inglés) se firmará para liberar al cine de sus estructuras y su propio viaje. “Nuestro cine no tiene espacio para gratificaciones psicológicas. El destino perpetuo es la audiencia de mente abierta.

En las salas oscuras de las principales ciudades, la gente permanecerá bajo una luz blanca pura. La próxima película podrá ser algo menos brillante. Algunas películas serán tan tenues que en el cine apenas habrá rasgos visibles de las cabezas de los espectadores. Es lo que Jia describía en su carta: “… sentarse juntos, hombro con hombro.” Y sí, ese el es más hermoso gesto de humanidad.

El movimiento irá ganando adeptos en todo el mundo como una pandemia. Proliferará el Festival de Cine de Nada (Nothing Film Festival).  Mientras tanto, los individuos que se distraen fácilmente, los individuos comprometidos, serán una minoría. En los espacios públicos, para evitar las miradas, parecen estar calmados. Respiran hondo y mastican despacio. En raras ocasiones muestran enfado. Entonces vuelven a casa y gritan, y duermen y gritan aún más en sueños.

Pronto,  la minoría comienza a agruparse en avenidas oscuras, corren juntos y hablan rápido. No esperan que el otro termine sus frases. Se entregan a varios pensamientos al mismo tiempo. Un día, uno de los jóvenes dice que ha hecho una película. Conduce a sus amigos expectantes a un sótano, y les muestra lo que ha hecho. El grupo se sorprende al descubrir que la película contiene algo.  Miran con recelo la imagen proyectada de un paisaje visto desde la ventanilla de un coche, durante tres horas. Es la primera vez que pueden sentarse en silencio, la mente en calma.

Las peligrosas proyecciones continuan a pesar de las prohibiciones oficiales. En búnqueres, en casetas, la gente se apiña nerviosa para ver algo (tres ramas, el mar, el viento, durante horas). Materiales prohibidos circulan ensamblados juntos rápidamente.

Una noche, la pantalla muestra a un hombre durmiendo durante cinco horas.(0)

Tres hombres sentados en una mesa una tarde. Uno de ellos fuma un cigarrillo y lee el periódico, los otros dos juegan a las cartas. El fumador llama a una mujer que le trae una botella de vino. Brindan y beben. La mujer reaparece con una bandeja y se lleva el vaso del fumador. (Llegados a este punto, una persona del público no puede seguir la acción, sale del recinto y cierra sus ojos).

El fumador continua leyendo. Señala un artículo a su amigo. Todos ríen con fuerza. Mientras tanto, toma lo que parece ser un pedazo de papel de su caja de cigarrillos, o un sobre. La película termina. La audiencia continua sentada en silencio. Los tres hombres no son demasiado lúcidos, se han perdido en sus mentes errantes, y en vicios durante 67 segundos.(1)

Entonces,

un tren llega a la estación. El motor sale del encuadre hacia la izquierda. La gente en las vías da la bienvenida a los viajeros que bajan.

La toma dura 50 segundos. (2)

En un día luminoso, una puerta se abre,

y las obreras abandonan la fábrica

durante 46 segundos. (3)

(Traducido del inglés: https://filmkrant.nl/opinie/signs-life-a-letter-from-apichatpong-weerasethakul/?fbclid=IwAR0B0qA6q51BBMny3mpYRpjobEEnRtsKJSxYXHHcn3kUmAnSRUIb5bHyENw)

(0) Sleep (El sueño), de Andy Warhol, 1963.

(1) Une partie de cartes, Georges Méliès, 1896

(2) L’arrivée d’un train en gare à La Ciotat, Louis Lumière, 1895

(3) La Sortie de l’usine Lumière à Lyon, Louis Lumière, 1895