Sitges 2021, por Pilar Vizcaíno

Sitges 2021, por Pilar Vizcaíno

PRÓLOGO

Mi interés por el género de terror es reciente. Conocía los títulos clásicos, pero la percepción de la realidad de este siglo ha contribuido a que aumentara mi interés por este tipo de películas como metáfora que proyecta las angustias colectivas.

Constato que el siglo XXI dio comienzo con una catástrofe política televisada que derivó en conflictos bélicos, crisis económica…la población se ha replegado en la falsa seguridad que proporcionan los sistemas tecnológicos que a su vez suponen un nuevo peligro para el individuo. Si a esto añadimos los desastres medioambientales y la reciente pandemia; la realidad resulta mucho más aterradora que cualquier ficción que se nos proyecte en una pantalla, en la que en noventa minutos un conflicto puede tener su principio y su final.

La vida del ser humano en este momento es pura incertidumbre. El laberinto del hotel Overlook, en cada encrucijada se puede encontrar con la locura, la miseria, el infortunio, la amenaza, la enfermedad…

No deberíamos temer a los monstruos, ni a los seres de otros planetas, ni a los fantasmas o a las casas encantadas. Lo que deberíamos temer es a nuestra propia estupidez, pereza y falta de coraje.

EL FESTIVAL DE SITGES 2021

Como espectadora, considero el Festival de Sitges un pequeño gran festival de cine. La ubicación, en una hermosa ciudad, disuelve las truculentas imágenes que proyectan las pantallas en la belleza del lugar. Quiero destacar la organización y la labor del numeroso voluntariado. Como observación particular señalo que el público ha sido mayoritariamente masculino, a pesar de que cada vez hay más mujeres directoras en este género y que las protagonistas de las películas son el sujeto doliente.

DISTOPÍAS

El ser humano es capaz de imaginar mundos siniestros, amenazantes, terroríficos, insólitos, pero tiene incapacidad para imaginar algo más bello de lo que todavía existe en la naturaleza. Parece haber renunciado a la armonía.

Warning (Agata Alexander). Intercala varias historias en clave realista, en un futuro próximo. Cada uno de estos relatos desarrolla algún tipo de género dramático: se inicia en un tono de comedia y termina con una tragedia definitiva. Lógica progresión.

Es la película que seguí con más interés. Las preocupaciones, las inquietudes y los anhelos del ser humano fueron, son y serán los mismos. Cambia el decorado y sus pequeños aparatos. Perdidos en ese previsible futuro están los personajes, tan reconocibles ellos como poco reconocibles (todavía) sus novedades tecnológicas.

Silent Night (Camille Griffin). Un grupo de amigos con sus respectivas familias celebran la ultima navidad de la humanidad. Sólo un niño, Art, manifiesta la sensatez e inteligencia como para afrontar la situación ante la incapacidad de los adultos, por eso, los momentos que me parecen más brillantes en esta película son los que protagoniza Art.

We Need To Do Something (Sean King O´ Grady). Una metáfora del confinamiento. Una familia encerrada en un baño donde lo malo puede pasar y lo peor está por venir. El grupo se descompone y el espectador padece con el disparate.

CASAS, MALDITAS, CASAS

Esas casas que son la promesa de algo que, en realidad, queremos cambiar de nosotros mismos, pero que pueden convertirse en una trampa.

Barbarians (Charles Dorfman).  Dos parejas se reúnen durante una cena para tratar de la compra de una propiedad inmobiliaria. Las diferentes personalidades de los dos hombres produce un enfrentamiento verbal. La tensión del grupo va aumentando. En este momento unos intrusos asaltan la casa.

Seguí con interés el comienzo de la película: la agonía de un animal salvaje en el bosque, algo amenazante ronda la creación artística de la escultora protagonista que trata de poner orden en la naturaleza. Un comienzo sugerente, después el recurrente baño de sangre para poder ser calificada como película de terror.

Superhost (Brandon Christensen). Ante la pérdida de suscriptores, una pareja de influencers, empieza a visitar casas. Así conocen a Rebecca, la superanfitriona.

El personaje de Rebecca es tan irritante, empalagoso y transtornado, que si esta pareja no fuera tan estúpida, hubiera conseguido salvar la situación. Claro que entonces el espectador no hubiera asistido a la supermatanza doméstica. Un despropósito.

DE MADRES E HIJAS

En el género de terror nada es tan peligroso como la familia. Nada tan toxico como una relación paterno o materno filial.

Here Before (Stacey Gregg). Podría considerarla como la única película de horror vista en el festival. El duelo de una madre que ha perdido a su hija sí es un temor real de cualquier ser humano que tenga hijos.  Ni un trazo de humor. Una ambientación lúgubre, no en vano está rodada en los alrededores de Belfast, y una interpretación de Andrea Riseborough que hiela la sangre, aunque considero que el final no está a la altura de su primera parte.

Demonic (Neill Blomkamp). La inquietante clínica Therapol contacta con la hija de una asesina en serie para introducirse en la mente de su madre, que se encuentra en estado de coma, a través de una tecnología experimental.

Considero que en esta película, el interés que supone el desarrollo de la conflictiva relación madre-hija y lo que significa para la joven llevar el peso de una experiencia tan atroz ya es suficiente premisa para realizar una película de terror, en cambio Blomkamp da varias vueltas de tuerca al tema de las posesiones demoníacas y en la que los sacerdotes exorcistas son una especie de científicos paramilitares.  Un híbrido absurdo.

CONCLUSIÓN

A una película de terror no debería definirla la acumulación de muertos, los litros de sangre, el amontonamiento de vísceras, los sustos más o menos predecibles y una banda sonora que, en ocasiones, es más meritoria que la propia imagen. Tal vez se podría realizar algo más sutil: llevar al límite una situación de la vida real para provocar una perturbación, no sólo un divertimento.