«La vida virtual de las películas», por D. N. Rodowick

«La vida virtual de las películas», por D. N. Rodowick
Casi todos los aspectos del cine, tanto en su elaboración como su visionado, han sido sustituidos por las tecnologías digitales. Hasta la noción de ver una película se ha convertido ya en un anacronismo. Con la desaparición del celuloide y el surgimiento de nuevos medios a la caza de una audiencia, ¿qué va a suceder con el cine, y con el estudio del mismo?.
En su libro “The virtual life of film”, -ya del 2007-, D.N. Rodowick examina tres reacciones críticas a la desaparición del cine respecto de otros medios fundados en el tiempo, y frente al estudio de la cultura visual contemporánea.
(de la contraportada del libro)
UNA ÉTICA DEL TIEMPO
«La memoria es la película más fiel» (André Bazin, ¿Qué es el cine?)
En el epílogo de su obra Teoría del cine: La redención de la realidad física (1960), Sigfried Kracauer se hace una pregunta sorprendente: ¿qué es lo bueno, lo útil de la experiencia cinematográfica?  Reconsiderando a Cavell aquí (o a Bazin, Metz o Barthes), la cuestión estética de la especificidad del medio ha sido transformada continuamente en cuestiones éticas. Este es el profundo valor del modo de evaluación ontológica que Cavell y Barthes ejemplifican.
Nos puede interesar qué son el cine y la fotografía, del mismo modo que podemos estar tan o incluso más interesados por la experiencia de contemplación de ambos, o por aquello en lo que nos transformamos viendo las películas.
A través de la historia de la teoría del cine, la estética del film siempre se ha ocupado en primer lugar de un análisis del espacio.
Aquí, voy a sugerir lo que considero que más nos afecta en el cine, que es una ética del tiempo.
Esta idea ya fue sugerida por Cavell: “el mundo que conozco y que veo, pero en el que, aun así, no estoy presente, es un mundo pasado”.
Entre los posibles automatismos del cine, el principal hace referencia a la expresión de la temporalidad. La vida virtual de las películas se sostiene gracias a sus relaciones con el tiempo. Los poderes de la analogía no son los de la representación, o los de una mímesis espacial, sino más bien de son los poderes de la duración.
Si la fotografía y el cine son la matriz sobre la que evolucionan los medios espaciales que se sustentan en el tiempo, entonces, una revisión ontológica del medio, sin importar su variabilidad o su integridad, ofrece como conclusión que lo que valoramos en el cine es la propia confrontación con el tiempo durante el transcurso del mismo.
Volviendo a leer a Cavell, he intentado averiguar los sentidos o dimensiones múltiples a través de los que experimentamos hoy este mundo del pasado, especialmente en los análisis fílmicos.
El reconocimiento de una ontología transitoria, o de un pasado ontológico, ofrece dos conclusiones posibles. En primer lugar, el debilitamiento real de las imágenes analógicas incentiva un sorprendente regreso a la teoría clásica del film como un área de pensamiento que Cavell compromete en un complejo diálogo.
Comprender el valor de la causalidad fotográfica vuelve a otorgar una relevancia contemporánea a la teoría clásica del cine, tanto para arrojar una luz sobre lo novedoso de los medios digitales como para reconsiderar el valor de las formas analógicas que le precedieron.
Tanto en el cine de ficción como en el de no ficción, la estética y la ética del cine está íntimamente ligadas a los poderes documental y testimonial históricos, donde la cámara confronta la existencia anterior de las personas y cosas en el espacio y en el tiempo, preservadas en su duración cotidiana.
El renovado interés de la teoría del cine por la indexación, es característica del modo en el que, en la era de la simulación digital, vuelve a sensibilizarnos del poder de la fotografía y del cine, especialmente desde el momento en que esta experiencia se ha perdido prácticamente, y se ha convertido en algo histórico.
Este mundo pasado es también un mundo filosófico, en el que, según Cavell, el cine es el emblema de la epistemológica situación de escepticismo en decadencia, como una reinvención, o una continua reinvención de las condiciones del sujeto moderno.
La curiosa temporalidad expresada por el concepto de automatismo no afecta solo a la ontología del arte moderno, sino también a la del sujeto moderno.
“Modernismo” en este sentido no es un periodo o una fase de la historia del arte, sino más bien un modo de experiencia: cómo experimentamos o habitamos la duración en el transcurrir del tiempo presente.
En este sentido, el modernismo en el arte caracteriza un estilo de cuestionamiento que, en lugar de buscar ejes, formas estables o identidades, expresa la duda constante de no saber qué es el arte, de manera que el artista debe continuar recreando nuevas condiciones para la existencia del mismo.
Y si el cine es la más moderna de las artes, es porque nos otorga, o quizás nos sumerge temporalmente en este modo de cuestionamiento epistemológico, y de «auto-re-evaluación».
(…)

Fragmento de: The Virtual Life of Film. D.N.Rodowick. Harvard University Press, 2007

Man Ray. Autorretrato con cámara (1931)
© Man Ray Trust