Cineastas afganas piden ayuda en la Mostra

Sahraa Karimi se encuentra en el Festival de Cine de Venecia como invitada del director, Alberto Barbera, para suplicar apoyo para los cineastas en su país y no apoyo financiero, sino apoyo intelectual «algo que nos dé esperanza para que no sintamos que vamos a morir» afirma. Karimi es la autora de una carta abierta sobre el impacto de su país tomado por los talibanes, y ayer aprovechó para advertir que están mostrando su cara más amable, pero es sólo una fachada. “Son igual de crueles que antes, pero ahora son más listos, porque usan los medios de comunicación modernos -avisa-. Incluso usarán el cine o cualquier producto audiovisual para hacer propaganda”. Junto a ella se encuentra la directora Sahra Mani, directora del documental A thousand girls like me (2018), que cuenta la historia de una mujer violada durante años por su padre, pero que cuando acude a la justicia corrupta de Afganistán o a su familia la culpan a ella. Mani cuenta que, antes del regreso del régimen talibán, tampoco era fácil hacer cine en Afganistán. “Pasábamos semanas sin Internet o sin electricidad, rogando para conseguir fondos, y con tres o cuatro ataques suicidas cada día. Enviaba siempre copia de mi material por si no volvía a casa esa noche”.