«Le joli mai (El hermoso mes de mayo)», de Chris Marker y Pierre Lhomme
Le joli mai (El hermoso mes de mayo) es un documental de Chris Marker y Pierre Lhomme que la cadena de televisión ARTE ha recuperado estos días de 2020, un documental de la calle y sus gentes en la vorágine del París de 1962.
La ciudad en continuo movimiento es vista hoy con nostalgia, no sin una cierta desconfianza, con el recelo que cultivan las noticias en los televisores de nuestro tiempo.
Le joli mai, ese punto de inflexión sin retorno del cine de Marker, fruto del cine directo y de los secretos que décadas después continuaron siendo el epicentro del dilema “documental o ficción” entre los cinéfilos, está dedicada a esa inmensa minoría que constituyen todas las almas de la metrópoli parisina.
Dividida en dos grandes capítulos y un epílogo, en el primero de ellos titulado “Una oración sobre la Torre Eiffel”, circula el rumor de las voces de sus habitantes desde el cielo de París, transformándose en una serie de confesiones sobre la felicidad como destino.
Toda esa sucesión de concreciones en torno al deseo y a los sueños inscriben el relato de Marker en la frontera del tiempo histórico frente al desarrollo necesario de la trama, que constantemente nos recuerda dónde estamos: en París, en el mes de mayo de 1962.
Tarkovski diría más tarde que nadie está libre de su tiempo. La segunda parte del film es una prueba fehaciente de ello. Comenzando con una reflexión en torno a la idea de la muerte, el relato dibuja un halo en torno al tiempo histórico de un país que acaba de salir de una guerra, – la de Argelia-, mostrando cómo la realidad se halla más allá de los sueños: las ideas, los prejuicios, las convicciones irrefutables, algunos dogmas, todo ello elabora el sustrato que alimenta las acciones de esos hombres sencillos.
La utilidad es un criterio común, tanto como lo es la posesión de bienes materiales. La cohesión social, una entelequia. A falta de signos externos que consoliden una distancia entre los individuos, el silencio ante la cámara se impone como modelo de autocensura. “Bien vive quien bien se oculta”, dijo Ovidio.
Se cierra la película con un epílogo que discurre por un camino aún más lejano, el de las estadísticas, donde el gesto se acumula y la suma de gestos se cuantifica hasta la abstracción despojándose de sentido. Desde la cantidad de polvo en la atmósfera hasta el número de cigarrillos consumidos ese año no son nada más que cifras.
Ese mismo año, Chris Marker realizó La jetée, “fotonovela” de ciencia ficción distópica que le dio fama internacional, y que Catherine Lupton calificó como el inconsciente político de Le joli mai, donde parece que se proyectan los temores que siguieron al fin de la guerra de Argelia entre otras incertidumbres contemporáneas cuya resonancia nos resulta familiar.
De vuelta a la belleza, a la muerte, a lo efímero, al arte y al rostro que nos define, Chris Marker apuesta en Le joli mai por una humanidad ligada a la naturaleza, a la experiencia del contacto con el otro y con las cosas. La fe de Marker se descubre en el poder de una voz interior que no ha olvidado el bien común y que afortunadamente, hoy nos siguen recordando algunas personas esenciales de nuestro tiempo, -la compasión celebrada por Maillard, el fin del egocentrismo que desenmascaró Levi-Strauss, la piedad cósmica de Bertrand Russell-.
Esmeralda Barriendos
Gracias a:
- Itinerarios y bifurcaciones, ML. Ortega y A.Weinrichter, en Mystère Marker, Pasajes en la obra de Chris Marker, T&cB 2006.
- La paradoja de la historia, N.Chiaromonte, Acantilado 2018
Hasta 31.10.20 disponible en: