Ha decepcionado la nueva propuesta del germano Hans-Christian Schmid. Francamente, cuesta reconocer, entre la timorata puesta en escena empleada en ella, al férreo narrador de films tan notables como STURM (2009), o, sobre todo, REQUIEM (2007). WAS BLEIBT no logra convencer plenamente por lo manso y cauteloso que se muestra a la hora de apurar el conflicto que describe la historia.
El film narra un fin de semana familiar. El punto de vista principal será el que incorpora Marko, el hijo mayor de una familia de clase media alta, que, junto con su hijo de cinco años, acude, desde Berlín, al hogar de sus padres, Günter y Gitte, sito en una pequeña población germana. La primera escena del film visualiza la entrega del pequeño por parte se la exmujer de Marko, antes de la partida. En el pueblo vive también, trabajando como dentista, Jakob, el hijo menor de la familia, quien acudirá a la reunión con su nueva pareja.
El elemento desencadenador del núcleo dramático del film será el sorprendente anuncio, durante la cena de la primera noche, que hace Gitte, la madre: abiertamente y sin posibilidad de enmendar su resolución, les confiesa a todos que hace dos meses que ya no se toma el medicamento con el que se está tratando una enfermedad que dura ya treinta años. Gitte se muestra cansada de esa lucha y sólo desea permanecer junto a los suyos el tiempo que su salud le permita.
A partir de aquí, comienzan a sobrevenir una serie de lógicas consecuencias emocionales: una concatenación de reproches y culpabilidades que dan al traste con la armoniosa previsión inicial. El guion pretende hurgar en las cicatrices incalmadas que vuelve a hacer escocer el definitivo planteamiento de Gitte. Volvemos al retrato familiar con muchas ropas rotas en un armario cuyo cierre acaba de ser reventado. El hecho de que el film, en sus primeros dos tercios, apenas si transcurra lejos de alguna estancia del hogar de los padres incrementa esa sensación de núcleo celular a punto de disección.
El problema principal de WAS BLEIBT es el exceso de celo que Schmid se toma a la hora de capturar las distintas reacciones de los pocos personajes convocados por la trama. Hay más frío que tensión. El realizador logra, sólo en muy contados momentos(los que tienen que ver con la relación de Gitte con Marko), acorralarlos a éstos, pues no acierta a hacerlos avanzar psicológicamente una vez se ha abierto el fuego cruzado de verdades verbalizadas.
Un film nada original, que, además está resuelto con cierta desgana. Se nota a la legua que el temor al desafuero torrencial de irritaciones mutuas le ha jugado a Schmid la mala pasada del pasmo contemplativo. Jugar a ser Bergman corre el riesgo de quedarte tan helado como agua Báltica de invierno.