El cineasta madrileño Emilio Ruiz Barrachina acaba de recibir cinco premios en el Festival de Cine de Nueva York por su último trabajo, Tristesse, un largometraje en el que plasma su angustia por el proceso judicial en el que se vio envuelto seis años después del estreno de otra de sus películas, El discípulo (2010). Este trabajo, que cosechó tres premios en el Festival de Cine Independiente de Londres, narra la vida de Jesús de Nazaret como discípulo de Juan Bautista y que, tras la muerte de éste, lidera un asalto al templo de Jerusalén; una visión alejada de la postura oficial del cristianismo. Con el posicionamiento en contra de la Conferencia Episcopal, que llegó a decir de la cinta que su objetivo es «negar la divinidad de Cristo, su concepción virginal, su resurrección, su celibato y su relación personal con Dios«, hubo ciudades, como Zaragoza, donde los cines se negaron a exhibirla. A partir de mayo de 2011, la película entró en la lista elegida por Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), dependiente del Ministerio de Cultura, para ser inspeccionadas por Hacienda, dentro de un presunto fraude millonario en las subvenciones a las productoras de películas españolas. En ese contexto, se llevaron ante Hacienda al menos 38 películas, acusando a sus directores, productores y a los exhibidores de falsear al alza las recaudaciones y el número de espectadores para justificar las subvenciones. Emilio Ruiz Barrachina fue acusado de fraude de subvenciones junto a los responsables de tres salas de cine, por inflar los datos de taquilla. La Fiscalía pedía dos años de cárcel para todos ellos y el pago de una multa de un millón de euros. La subvención concedida ascendió a la cantidad de 576.107 euros y la recaudación de la película fue de 341.284 euros. La sentencia no deja lugar a dudas: nunca tuvo que enjuiciarse este caso. «Ni existió delito ni había razón fundamentada para iniciar litigio alguno«, incide el director con la sentencia en la mano. Tanto él como el resto de los imputados quedan absueltos al entender la jueza que «no ofrece dudas que lo que la defensa sí ha conseguido probar debidamente en la vista oral es que el sistema de recaudación ,de venta de entradas, se encuentra informatizado, está homologado, y no permite su manipulación , y que con base en este sistema se certificaba por el ICAA la recaudación conseguida«.