El director Martin Scorsese se asoma al abismo sumiéndose en el mundo de la variedad delictiva más contemporánea: las altas finanzas, en El lobo de Wall Street (The wolf of Wall Street, 2013). El resultado es un viaje épico al corazón de la embriaguez producida por la codicia, la adrenalina, el sexo, las drogas y la producción constante de dinero fácil. Basada en un hecho real, la película cuenta el inverosímil auge y la continua caída al reino del placer de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), el corredor de bolsa neoyorquino que, junto a sus alegres colegas, amasaron una descomunal fortuna estafando millones de dólares a inversores. La película sigue la alucinante transformación de Jordan Belfort, desde que era un hombre honrado recién llegado a Wall Street hasta convertirse en un auténtico forajido de las acciones. Después de amasar una enorme fortuna en un tiempo récord, Jordan se la gasta de la forma más absurda en mujeres, tranquilizantes, cocaína, coches, su esposa (una supermodelo) y un deseo ilimitado de poseerlo todo. Mientras su empresa, Stratton Oakmont, alcanza la cima y él se entrega a los placeres más hedonistas, la SEC (Comisión de Títulos y Bolsa) y el FBI se acercan a su imperio de excesos.