Víctor Erice conmociona en el Festival de Cine de Cannes durante la séptima jornada del certamen con la presentación de Cerrar los ojos en la sección no competitiva Cannes Première. El cineasta regresa al largometraje tres décadas después y recibe una calurosa y prolongada ovación tras la proyección en la sala Debussy que se celebra con su ausencia, algo que resalta irónicamente el delegado general del festival, Thierry Frémaux, en su presentación. Sí que está presente el equipo artístico conformado por Manolo Solo, José Coronado, María León, Helena Miquel y Ana Torrent. En la sección competitiva sobresale el trabajo de Aki Kaurismäki, quien compite por la Palma de Oro por quinta vez con Kuolleet Lehdet (Hojas caídas), tierna tragicomedia concebida como el cuarto episodio de su trilogía obrera tras Sombras en el paraíso (1986), Ariel (1988), y La chica de la fábrica de cerillas (1990) que no es otra cosa que una interpretación muy humana de su mundo tierno y alocado. Completa las proyecciones de la sección oficial la película de Jessica Hausner, Club Zero, con la que la cineasta continúa cuestionando el tiempo actual abordando, en esta ocasión, la responsabilidad que tienen los adultos hacia los niños; la de los padres, por un lado, que no dedican suficiente tiempo a su progenie, y la de los maestros, por el otro, a los que a menudo se desconfía y se infravalora. La jornada se completa, en sesión conjunta y dentro del programa de proyecciones especial, con As filhas do fogo, cortometraje con el que el cineasta portugués Pedro Costa continúa con su radical obra, marcada por su amistad con personas marginadas de la sociedad, que narra la historia de tres hermanas separadas por una erupción volcánica. Se complementa con Man in black, segundo documental de Wang Bing en esta edición de Cannes, tras su debut en la sección oficiial con Youth (Spring), que es un tributo sensorial de sesenta minutos al disidente compositor chino Wang Xilin,