Se proyecta en 35mm, en la sala Buñuel del Festival de Cine de Cannes, la versión restaurada de L’Atalante de Jean Vigo, una obra maestra de la historia del cine realizada en 1934, de extraordinaria influencia en todo el cine posterior que aún hoy en día conserva una frescura sorprendente.
La restauración ha sido llevada a cabo por el laboratorio L’Immagine Ritrovata , gracias a Gaumont, The Film Foundation, -la Fundación de Cine de Martin Scorsese– y la Cinemateca Francesa, con el apoyo económico del CNC (Centro Nacional del Cine), supervisada por el nieto del cineasta, Nicolas Sand.
L’Atalante, que como tantas otras películas, pudo preservarse en Francia por la dedicación de Henri Langlois, -fundador de la “Cinémathèque”-, ha sufrido varias restauraciones y modificaciones a lo largo del tiempo. Con un metraje añadido y recortado por unos y por otros, su título fue incluso modificado por el de Le Chaland qui passe, y la música de Maurice Jaubert reemplazada por otra.
Después de innumerables avatares, ayer se exhibió una copia que según dicen, es la más próxima a la original.
Cuando comenzó la película, entre lágrimas, sentí un profundo resentimiento hacia aquellos que inventaron el cine digital.
Me tacharán de nostálgica o inmovilista, quizás. Hoy ya no existe un debate en torno a los soportes de filmación, el digital partió sabiéndose ganador a pesar de todas sus carencias. Por eso, la sesión de ayer fue un tesoro efímero.
Me gustaría recoger aquí las palabras de Paul Bowles que ayer me recordó un amigo muy querido: “(…)como no sabemos cuando vamos a morir, llegamos a creer que la vida es un pozo inagotable. Y sin embargo, todo sucede un cierto número de veces … y sin embargo, todo parece ilimitado”
¡Qué belleza las imágenes del agua! ¡Y el sueño de los amantes!¡Qué interpretación, Michel Simon!
Volver a ver L’Atalante ayer, tan sencilla y rotunda a un tiempo, en las mismas condiciones para las que fue pensada su exhibición, fue una de esas veces, tan breves, de las que habla Bowles.
Esmeralda Barriendos