Hay películas que permanecen en la memoria de una forma vaga, incorpórea, alimentando una idea con su recuerdo que brota en ocasiones súbitamente. Sin saber cómo, nos constituyen de alguna forma imprecisa. Al igual que en los orígenes de un vivero, la semilla duerme a la espera de un estímulo incierto, -quizás el hecho de volver a ver esas imágenes-, que la empuje a ascender hasta la superficie.
Existe un determinado tipo de cine que cuestiona, de un modo muy frágil pero a un tiempo con determinación, la construcción insustancial del la realidad que nos rodea. Desde la intimidad absoluta entre un árbol y un pintor, la cámara de Victor Erice muestra hoy, como en 1992, el mismo sentido revelador de una verdad posible: la deriva del enfrentamiento entre el ser humano y el tiempo en las manos de un pintor, de un cineasta, resueltos ambos a capturar ese instante de luz que se escapa irremediablemente.
Hoy, en la sala Buñuel del Festival de Cine de Cannes, se ha proyectado la versión restaurada de El sol del membrillo, en un día cubierto de nubes, como las que ocultan esa luz dorada que añora Antonio López, la que baña al membrillero en las mañanas.
por Esmeralda Barriendos
Presentación de El sol del membrillo
por Víctor Erice
La idea que sostiene este proyecto cinematográfico es muy sencilla. Consiste esencialmente en capturar un acontecimiento real: la pintura y el dibujo de un árbol.
A este respecto, algunas de las preguntas más elementales que pueden hacerse son: ¿quién es el artista? ¿qué pinta? y ¿cómo lo hace?
La película ofrece rápidamente una respuesta a estas cuestiones: el artista se llama Antonio López y pinta un membrillero que plantó en su jardín, con un estilo detallado que puede caracterizarse como realista.
Pero lo hace, y es un detalle fundamental, delante de un equipo de cine, dispuesto de una cámara y un magnetófono, que intenta capturar las imágenes y los sonidos de este episodio. La pintura y el cine entran en ese instante en relación.
Una relación que implica renunciar a cualquier forma previa de relato y de dramaturgia, incluida aquella que podría establecerse a partir de la información biográfica más significativa. Del mismo modo, esta relación implica igualmente renunciar a la forma tradicional de los documentales de arte: de esas películas que utilizan la obra pictórica para elaborar una síntesis cinematográfica.
El sol del membrillo, una suerte de diario elaborado a partir de la captura directa de los hechos (todas las personas que aparecen en la imagen no son sino ellas mismas, y lo que dicen, les pertenece), intenta más bien buscar una relación menos evidente entre la pintura y el cine, desde el punto de vista de su carácter de instrumento de la captura de lo real; es decir, como vías diferentes que permiten lograr el conocimiento de una verdad posible.
A lo largo de este siglo, los pintores y los cineastas no han cesado de observarse mutuamente, quizás porque han tenido y continúan teniendo más de un sueño en común; entre otros, el de la captura de la luz, pero sobretodo porque su trabajo parte, como subrayó André Bazin, de un mismo impulso mítico: la necesidad original de superar el tiempo gracias a la persistencia de la forma. El deseo, fundamentalmente psicológico, de reemplazar el mundo exterior por su doble.
La fotografía en primer lugar y a continuación el cine, explican en cierta medida algunos de los aspectos de fondo de la evolución de la pintura moderna. La aparición de estos dos inventos conllevó una profunda transformación en el estatuto de la imagen, en su producción y su consumo, que se ha prolongado hasta nuestros días.
Ampliando de manera considerable el horizonte de esa transformación, la televisión y el video han tomado el relevo precipitando la crisis del cine y la toma de conciencia de su propia caducidad.
Quizás por este motivo la pintura y el cine contemporáneos transitan en más de un territorio común, llegando incluso a compartir las mismas frustraciones y esperanzas.
En una época donde la inflación del audiovisual ha alcanzado unos límites inimaginables, la cuestión que se plantea ahora más que nunca es la siguiente: ¿cómo hacer visible, cómo pintar, filmar una imagen?
Extracto del dossier de prensa de la película El sol del membrillo, de Víctor Erice. Su restauración digital se presenta en Cannes Classics 2017.
Traducción del francés: Esmeralda Barriendos
Restauración digital de El sol del membrillo
Realizada y sonorizada en los laboratorios Fotofilm Madrid y Exa, El sol del membrillo es uno de los primeros títulos de la cinematografía española de la que, por iniciativa de sus productores, se han obtenido elementos de preservación que han permitido garantizar su conservación en un soporte fotoquímico. Por el contrario, en el momento del paso de la tecnología analógica a la tecnología digital, no existía ninguna copia digital de la película que permitiera su difusión en este nuevo entorno digital.
Esta nueva digitalización ha constituido el punto de partida del trabajo de la Filmoteca de Cataluña en la película. Los materiales presentes en los negativos originales de 35 mm eran de diversa naturaleza: negativos de cámara que contenían secuencias kinescopadas en Betacam SP, internegativos utilizados en las numerosas transiciones temporales de la película. Esta diversidad de soportes, añadida a los problemas de degradación detectados a lo largo del metraje, llevó a orientar el trabajo hacia una restauración.
El proyecto consistió en escanear el negativo original en 35mm en 6K con un Norlight-1, capturando las bandas magnéticas de sonido de 35mm gracias a una máquina Magnatech conservada en la Filmoteca de Cataluña y preparada por Josep María Queraltó, y finalmente, se codificaron los Betacam originales de rodaje de mejor calidad en relación con el negativo original.
El estado de conservación del negativo original hizo necesario un proceso de restauración dado que el material presentaba numerosas lesiones y manchas ocasionadas por el revelado en laboratorio, y agravadas por el paso del tiempo. Para eliminar estas degradaciones sobre la imagen, se utilizó el programa Diamant con el que se realizó la restauración digital 4k de cada uno de los fotogramas afectados.
Los trabajos de corrección de color para la versión digital DCP 4k de la película han sido llevados a cabo por el restaurador cinematográfico Ferrán Alberich. El proceso de captura y conversión en tres pistas de las dos pistas magnéticas lo ha realizado el ingeniero de sonido Manel Almiñana. Todos los trabajos fueron supervisados por el director de la película.
Del dossier de prensa de El sol del membrillo, de Víctor Erice. Su restauración digital se presenta en Cannes Classics 2017.
Traducción del francés: Esmeralda Barriendos