Treinta y seis años después de la proyección de 1982, que fue decisiva para la película y para la trayectoria de su autor, A Ilha dos Amores (La Isla de los Amores) vuelve a Cannes como un “clásico”. Hay que celebrar este regreso, recordando su modernidad radical y ese gesto inmenso de cine poético que subraya tanto la singularidad de un contexto (el cine portugués en los años siguientes a “la revolución de los claveles” y las creaciones auténticamente libres de algunos de sus principales cineastas) como la filmografía extraordinaria de su autor.
Esta proeza cuya preparación duró una década y media, es el punto de partida de los caminos que constituyen la base de la obra de Paulo Rocha, fundador del “Cinema Novo” portugués que desde su origen se sintió atraido por las pulsiones al límite de la cultura popular por una parte, y por otra, por la cultura asiática, principalmente la japonesa.
Rodada en Japón y Portugal, preparada durante más de una década, el autor trata en esta película la vida y obra de una de las figuras históricas que más le atraían, el escritor y oficial de marina Wenceslao de Moraes (muerto en Japón en 1929). Es decir, tal y como sucede con frecuencia en el cine de Rocha, alguien que representa una ambición humana y cultural que no se restringe a las fronteras del propio país, y permite al cineasta afrontar tensiones propias, siempre dividido entre sus fuertes raíces locales y la necesidad de alejamiento de las mismas.
Es uno de los ejemplos de puesta en escena, de dirección rigurosa y sofisticada de Rocha, así como uno de los grandes trabajos del actor Luis Miguel Cintra, un gran nombre del teatro portugués de las últimas décadas; su cuerpo y su voz se hallan en el corazón del cine portugués de la modernidad.
Traducción del texto introductorio de José Manuel Costa. Director de la Cinemateca Portuguesa-Museu do Cinema.
Esmeralda Barriendos para www.zinema.com