Segunda película francesa a competición en el primer día de competición. Desde luego, la Berlinale se ha pasado en acumulación gala en el arranque del festival. En dos días, tres películas de esa nacionalidad.
De todas ellas, con diferencia, la mejor fue la proyectada en la ceremonia de apertura del festival, LES ADIEUX À LA REINE, de Benoît Jacquot. La presente es un arriesgado ejercicio psicológico, que no cuaja en ningún momento su delicado y enrevesado objetivo por lo timorato de la puesta en escena empleada por su realizador.
Á MOI SEULE narra o, mejor dicho, observa la relación que se establece entre un joven trabajador de una empresa maderera y la adolescente que tiene secuestrada en un habitáculo subterráneo de su hogar desde hace cinco años. El film arranca con una secuencia que concluye con la decisión de él de dejarla escapar de allí. El guion plantea, pues, un constante ir y venir temporal, pues el eje que sostiene el avance de los hechos es la memoria de la joven.
Hay que reconocerle el riesgo que Videau asume al involucrarse en una propuesta que va complejizándose según va quedando manifiesta la atracción afectiva que la joven siente por su celador. Éste también manifestará, poco a poco, un sincero sentimiento amoroso hacia ella. El film falla precisamente por lo pacato, lo escasamente tenso de la disposición tras la cámara del realizador.
De ahí que Á MOI SEULE resulte más teórica que verosímil. Conocedor de la cautela con la que ha aproximarse a la peliaguda relación central, Videu se excede en prevenciones y en distanciamiento. Su película resulta letalmente moderada: la cargante mesura hace que se pierda todo interés en unos personajes que muy pronto agotan su particularidad.
Una adhesión más arrojada sobre los personajes podría haber dado algunas claves más viscerales que hicieran que el espectador sintiera la tortura de ambos. Esto no ocurre jamás. Una realización plana, una música horrenda y algún salto temporal no bien justificado –se echa en falta alguna explicación más sobre los primeros años de convivencia- terminan por diluir las posibilidades de un film que, a todas luces, hubiera necesitado un Polanski que en modo alguno tiene.
En definitiva, flojísimo el cartel que nos ha deparado la Berlinale en su primer día de programación completa. La representación francesa se ha cubierto de gloria flácida y de impacto pedante y pretencioso. Esperemos que la organización haya tenido el detalle de endiñarnos lo peor para el principio.