Después de recuperar el poder hace tres meses, los talibanes ordenan que el cine Ariana y otras salas dejaran de funcionar. Los guerrilleros militantes islámicos convertidos en gobernantes dicen que aún tienen que decidir si permitirán películas en ese país. Los casi 20 empleados del cine, todos hombres, todavía se presentan al trabajo, registrando su asistencia con la esperanza de que eventualmente les paguen. El famoso cine Ariana, uno de los cuatro que hay en la capital, es propiedad del municipio de Kabul, por lo que sus empleados son trabajadores del gobierno. A la directora de Ariana, Asita Ferdous, la primera mujer en el cargo, ni siquiera se le permite entrar al lugar. Los talibanes ordenaron a las empleadas del gobierno que se mantuvieran alejadas para no mezclarse con los hombres, hasta que determinen si se les permitirá trabajar. La sala cinematográfica abrió sus puertas en 1963. Su elegante arquitectura reflejaba el espíritu modernizador que la monarquía entonces gobernante estaba tratando de llevar a la nación profundamente tradicional.