La desclasificación de documentos que datan de 1952 revelan que Charles Chaplin fue objeto de una investigación por parte de los servicios de inteligencia británicos, a petición del FBI, después de que Estados Unidos presionara para obtener información que lo vinculaba con el comunismo.
En dicha indagación, los servicios secretos británicos MI5 no pudieron hallar ningún registro que demostrase que el actor nació el 16 de abril de 1889 en el sur de Londres, pero tampoco aceptaron como válidas las sospechas que apuntaban a que en realidad había nacido en
La película húngara, Csak a Szél (Sólo el viento), dirigida por Bence Fliegauf, ofrece un retrato sin concesiones – filmada con una cámara al hombro y casi siempre en primeros planos – del racismo contra los gitanos, inspirándose en unos hechos reales acontecidos entre 2008 y 2009. «En los dos últimos años hubo una serie de atentados contra los gitanos que dejaron al menos seis muertos y muchos heridos. Yo no quería basarme en el trabajo de la policía, en los archivos, sino hacer una ficción«, declara Fliegauf, ganador en 2007 en el Festival de Locarno del Leopardo de Oro al mejor director contemporáneo por su filme Milky way.
La Asociación de Mujeres Cineastas y de los Medios Audiovisuales (CIMA) y el equipo de la Muestra Internacional de Cine y Mujeres de Pamplona presenta en la Filmoteca de Madrid, Cine Doré, el libro digital 25 Años de Cine. La directora Helena Taberna, la editora María Castejón Leorza y dos de las autoras, María Castrejón y Coral Herrera, presentan este trabajo, con el que la Muestra Internacional de Cine y Mujeres de Pamplona conmemora sus primeros 25 años de vida. La obra, que pretende visibilizar el trabajo de las directoras y de otras profesionales del mundo del cine y del audiovisual, se ha realizado en formato digital para facilitar su difusión. En el libro,
Hasta hoy mismo, Bence Fliegauf era uno de los nombres más prometedores del panorama del cine húngaro contemporáneo. Tras ver JUST THE WIND, nos causa una enorme gratitud reconocer que nos hallamos ante una de las miradas más duras que posee el cine europeo actual. Su film es un mazazo en el pómulo, una pedrada en la conciencia, un latigazo de miserable verdad.
El film aborda un tema bastante nauseabundo: la oleada de homicidios que ciudadanos rumanos está sufriendo a manos de ciudadanos húngaros; la fatal acometida de esa flagrante vileza que es la justicia por la mano, a placer de capricho superior, en la carne deshauciada de seres humanos que tienen muy poco más que nada. Una lacra que el gobierno actual de aquel país no está sabiendo atajar. En el último año, son varias las víctimas mortales de esas cruzadas xenófobas que intentan amedrantar a ese colectivo para obligarlo a que se marche de Hungría.
Fliegauf pone su cámara al servicio de una cruda observación: la de los tres miembros de una familia de rumanos que vive en una chabola, sita en el interior de un bosque. Una mujer que trabaja como empleada de limpieza, su adolescente hija y su desobediente hijo menor. El padre está trabajando en Toronto. Ante la incertidumbre de la integridad de su vida en el dentro de las lindes del hoy ultraconservador estado húgaro, están todos decididos a partir hasta allí. El precario estado de salud del padre de la matriarca parece ser el único obstáculo para no hacerlo de inmediato.
El realizador se muestra muy tajante en la concreción de la presurosa máxima intencional que gobierna la globalidad de la obra: que la cámara se adhiera tanto a lo precario de las condiciones de vida de los protagonistas, como a captar el pánico ante la amenaza de un ataque de los asesinos que acaban de matar a todos los componentes de una familia vecina. El film arranca, precisamente, con un plano secuencia del niño paseando por un zona arbolada, que concluye en el cementerio en el que está teniendo lugar el entierro.
A tal efecto cabe concluir que Fliegauf logra su propósito. JUST THE WIND hiede, suda, expele una verdad de inusitado poderío alumbrador y siniestro. El húngaro, mediante una iluminación que abunda en claroscuros de interior, un palpitante uso de la cámara en mano, un tenso seguimiento a los personajes y, sobre todo, la abolición del más mínimo escape sentimentalista, consigue que el espectador sea consternado testigo directo de la nerviosa penuria atacada, en la que se hallan inmersos sus personajes.
El hilo narrativo urdido es muy escueto: la contemplación de las acciones de los tres protagonistas durante un día que podría ser cualquiera, pero que la mentada primera escena del film nos escenifica como el posterior a la sepultura de la familia vecina, recién asesinada. La madre va a su trabajo, la hija mayor acude a la escuela y el pequeño decide no ir a ella.
El posicionamiento de Fliegauf es severísimo: jamás cesa en lo estricto de su supurante prontitud: cuerpos durmiendo en una misma cama, seres humanos babeando una miseria infectada de drogas, intimidaciones de raza blanca, la inmundicia cotidiana de desheredados en el punto de mira de alguien que desea su huida o su aniquilación.
El realizador aprovecha al máximo el calor ambiental reinante. La luminosidad pesa en el transcurrir de los personajes. Se acumula un irrespirable tono amenazador que salpica a los tres protagonistas: el gesto siempre adusto de la madre, el plano de la hija viendo mediante internet la radiografía del cráneo acribillado de una las anteriores víctimas, el cerdo muerto que el pequeño entierra.
JUST IN THE WIND es un furibundo, brutal, desesperado, necesario martillazo fílmico, que, implacablemente sacude el consternado ojo espectador con uno de los finales más demoledores visto en los últimos tiempos.
Notable film histórico el que nos ha deparado el pulcro clasicismo adoptado por el danés Nicolaj Arcel en esta sólida A ROYAL AFFAIRE. En ella, Arcel traslada al espectador hasta la Dinamarca del siglo XVIII, durante le mandato del delirante y enfermo Christian VII. Un crucial momento de la historia danesa, que desarrolla, con mucho detalle, la subida y caída en desgracia de su médico mental, el físico germano Johann Friedrich Struensee.
El film urde un atractivo fresco investigativo en torno a la llegada del pensamiento ilustrado a ese país y, sobre todo, la forma en las que los partidarios de éste intentaron llegar hasta las más altas instancias del poder para invertir el organigrama político social, hasta entonces en manos de la iglesia, la aristocracia y los poderosos convencidos de las formas medievales, sometedoras de la voluntad del pueblo. La fuerza de la razón tratando de hacerse valer entre los sedimentos seculares de más rancia, injusta e intolerante implantación. La nunca equilibrada pugna entre la luz de la modernidad y la oscura vejación del imperativo inamovible.
La película parte de un hecho nupcial: la boda pactada del Rey con la princesa Carolina Matilde. Ambos no se conocen. El rey es un ser con las facultades mentales absolutamente desquiciadas: un caprichoso ajeno a todo lo que tiene que ver con el ejercicio de su cargo, un bobo delirante incapacitado para tomar la más mínima decisión: un juguete en manos de la Reina madre y su grupo de oscuros privilegiados mandamases, celadores de unos privilegios de ellos y de unos pocos más-
La boda con la princesa ocasiona la decisión de que le sea buscado al rey un médico que le amaine lo voluble y excéntrico de su carácter. Ahí es donde los partidarios de cambiar el orden de las cosas ven la ocasión de incluir la culta, moderna, inteligente y profesional figura de Struensee.
A partir de este momento se teje una tupida red de planificaciones que dan con el germano en el puesto más alto del estamento gubernamental del país: una ola de libertad político-social irrumpirá tras las modernas leyes que el médico alemán irá dictando y haciendo firmar al encantado Rey.
Sin embargo, la película, paralelamente a la trama política que traza con impecable claridad, va dirimiendo una turbulenta trama amorosa: la que involucrará al médico con la princesa. De hecho, el film es el repaso memorioso de ésta, obligada a esclarecer unos hechos, mediante una carta escrita a sus queridos hijos.
El film es uno de esos firmes, apetecibles ejercicios narrativos en los que el peso de la historia no apabulla la verosimilitud de las relaciones entre sus personajes. No hay ápice alguno de acartonamiento. Es más, tampoco la impoluta frialdad de un típico producto británico de época, en el que está perfecta hasta la ausencia de riesgo.
Arcel, por el contrario, demuestra una sana pericia a la hora de hacer avanzar fluida e intensamente las dos líneas argumentales descritas, sin dejar de aprovechar la ocasión que le presta el patético infantilismo del monarca para sugerir una prudente mirada crítica a esta clase de figuras manipulables que ocupan, quizás por ello, un cargo que no merecen.
Soberbiamente interpretada por Mads Mikkelsen, A ROYAL AFFAIR no trata jamás de aportar una mirada experimental al género que transita, no combate conscientemente el transparente clasicismo histórico en el que se integra, pero sabe seguir a pies puntillas el canon de esa siempre apetecible regla que es hacer bien lo que uno se propone. Bastante para los tiempos que corren.
Uno de los creadores fundamentales del denominado Nuevo Cine Alemán, Matthias Glasner, nos ha ofrecido la que, hasta la fecha, es su obra más decepcionante. GNADE es, en líneas generales, una obra muy ambiciosa en intenciones reflexivas y emocionales. Postulaciones de partida, que, durante los dos primeros tercios del film, logran ser expuestas con cierta convicción, pero que, debido a un final completamente inasumible, se van al garete de muy morrocotuda forma.
La película parte con un brusco cambio en la vida de una familia alemana. Debido al trabajo del padre, su esposa y su hijo se verán obligados a dejar su país de origen para ir a establecerse los tres a la remota Hammerfest, capital noruega sita en el punto más occidental del Océano Ártico: un inmenso confín helado, casi todos los días del año iluminado por la tenue luz del amanecer.
Pese a que podría pensarse que la película va a tratar el tema de la adaptación a ese núcleo geográfico diametralmente opuesto al habitual, GNADE, mediante un abrupto salto temporal con respecto a las imágenes contenidas en el prólogo, reniega de esta posibilidad situándose meses después a la llegada, allí, de Niels, Maria y Markus. Niels se halla en la plataforma petrolífera en que ha sido contratado, Maria trabaja en la sección de enfermos terminales del hospital de la ciudad, y Markus acude a escuela.
Muy pronto, sin embargo, acaecen tres apuntes narrativos que concretarán la atención del espectador: la amistad de Markus con un osado compañero de clase, una fogosa relación extramatrimonial de Niels con una compañera de trabajo y, sobre todo, un accidente de coche nocturno que tiene María.
Cansada, de vuelta del trabajo, nota que su coche ha golpeado con algo. Detiene la marcha. Se le apoderan los nervios. No ve nada por el retrovisor y sigue hasta casa. A la mañana siguiente, los periódicos locales corroborarán que una adolescente ha muerto atropellada y no hay señal ni testigo alguno del coche que cometió el fatal percance.
GNACE, a partir de ese momento, se postula como una indagación en ese frágil y punzante territorio de interior que es la culpa. El azar como detonante de esa flagelación en la conciencia. La obligación moral de callar lo ocurrido o confesar las culpas y apechugar con las consecuencias. Y también la capacidad de superar el silencio envenenado del error, de hacer borrón y cuenta inmoral, asumiendo que no hay asomo de voluntad en el funesto acto cometido.
En ese punto, sorprende la férrea convicción de María y de cómo argumenta el entrenamiento emocional de altura al que le lleva el día a día de su trabajo en el centro médico. El film bucea entre las dudas de una familia en la que todos deben pedir perdón por algo. Todos tienen secretos. Todos disimulan. Todos viven una vida al margen del conocimiento general.
Sin embargo, como ya ha quedado dicho al principio, las no pocas consecuciones acumuladas hasta ese momento, se hacen hielo picado, debido a una cierta paralización en el desarrollo de los contenidos, a una reiterativa exposición de las distintas posturas y, fundamentalmente, a unos veinte minutos finales misericordiosamente abyectos e inverosímiles. Con diferencia, las dos secuencias peores vistas en esta notable Berlinale son las dos larguísimas imposturas con la que se hunde, definitivamente, GNACE.
Un total de 79 profesionales y 29 estudiantes se han inscrito en el I Seminario Punto de Vista 2012, un lugar de encuentro entre espectadores y directores de cine independiente y comprometido que dará a conocer las nuevas propuestas del cine de no ficción, manteniendo el espíritu y esencia del festival navarro. En su primera edición, que se celebrará del 22 al 25 de febrero, el seminario abordará el trabajo de los directores Amir Muhammad y Sylvain George.
El director y guionista barcelonés Cesc Gay recibirá en el 15º Festival de Cine Español de Málaga el Premio Eloy de la Iglesia, dirigido en cada edición a jóvenes creadores que se caracterizan por la búsqueda de un cine personal e innovador. Según los organizadores del Certamen, que se celebrará del 21 al 28 de abril, «Cesc Gay es un cineasta que destaca por su profunda mirada sobre los personajes que retrata. La constante de su obra es la sencillez con la que sabe retratar a través de sus personajes, como adolescentes que se descubren, veinteañeros con prisas, treintañeros con dudas o cuarentones en crisis«. Gay inició en noviembre de 2011 el rodaje de Una pistola en cada mano, su sexta película, que produce Marta Esteban para Imposible Films. Se está desarrollando en cinco fases, en Barcelona, hasta mayo, y en su homenaje en el Festival de Málaga se presentará un avance de la misma.(16/02/12)