Día: 15 de febrero de 2012

Berlinale – día 7

El cineasta chino Wang Quan’an, ganador en 2007 del Oso de Oro con La boda de Tuya, presenta Bai lu Yuan (La llanura del ciervo blanco), historia de amor que transcurre al final de la era imperial en China, y relata las violentas convulsiones sociales y políticas que se produjeron. Wang declara que se trata de «una película que espero llegue a transmitir, fuera de China, la misma fuerza poderosa que para todos nosotros representa el nacimiento de la revolución y sus porqué» y añade que «la censura sigue planeando sobre cualquier creador, ninguno somos inmune«. La cinta está basada en la novela del mismo título de Chen Zhangshi, durante mucho tiempo prohibida en su país por los episodios de sexo explícito, lo que acentuó el control gubernamental sobre el proyecto.

Fallece la actriz Lina Romay

La actriz Rosa Maria Almirall, más conocida como Lina Romay, fallece en Málaga, ciudad en la que residía junto a su marido, el director de cine Jess Franco, a causa de un inesperado cáncer a los 57 años. Con más de un centenar de películas en su filmografía, la trayectoria profesional de Romay estuvo siempre ligada al cine de Jess Franco, de quien era su musa. Participó en largometrajes como Female Vampires, Los ojos siniestros del Dr. Orloff, La noche de los asesinos, Las poseidas del diablo, Los depredadores de la noche, El sádico de Notre-Dame o El hundimiento de la casa Usher, entre otros muchos.(15/02/12)

Autorizan retirar nombre de Teatro Kodak

Un tribunal neoyorquino autoriza a la empresa fotográfica Eastman Kodak a que rompa su contrato de patrocinio con el teatro de Hollywood donde desde 2002 se celebra la entrega de los premios Óscar. El Teatro Kodak perderá así su nombre, si bien sus propietarios, la inmobiliaria CIM Group, no ha revelado sus planes sobre cuándo retirará oficialmente la marca fotográfica de las instalaciones. Kodak solicitó la rescisión del contrato con CIM Group el 1 de febrero y la inmobiliaria respondió siete días más tarde con sus objeciones que finalmente no fueron suficientes para decantar la decisión judicial a su favor. El Teatro Kodak forma parte del área comercial y de ocio llamada Hollywood & Highland, por su ubicación en

Bai Lu Yuan (White Deer Pain), de Wan Quan´an

Del chino Wan Quan´an ya conocíamos, gracias a la Berlinale, dos obras suyas. La atractiva y sensible LA BODA DE TUYA, que se alzó con el Oso de Oro en el año 2006, y APART TOGETHER, que hace dos años cosechó un Oso de Plata. En ambas, mucho más en la primera que en la segunda, acreditaba una serenidad contemplativa clásica, bastante singular dentro de un panorama asiático autoral, mucho más abonado a terrenos experimentales.

En esta ocasión nos llega con la que es, sin duda alguna, su obra más ambiciosa, BAI LU YUAN, una suerte de fresco histórico que, tomando como único enclave espacial, un pequeño pueblo agrícola, pretende abordar las cuatro primeras convulsas décadas del siglo XX chino. Un particular repaso a los acontecimientos que transformaron, en poco tiempo, una sociedad medieval, en la dictadura comunista más populosa y duradera del siglo XX.

El film pretende trazar un recorrido historicista, en el que concatenarán la caída de la última dinastía de emperadores, la llegada de la República y la toma definitiva del poder por parte del Partido Comunista. Todo ello, como ya ha sido dicho, desde el punto de vista alejado, inculto, arraigado en un pensamiento medieval inamovible, de los habitantes de una diminuta población, dedicada casi por entero al cultivo de grandes extensiones de trigo.

En cuanto a los personajes protagonistas, hay que decir que la narración nos presenta a las dos familias más poderosas del poblado: dos sagas unidas por sinceros lazos de amistad y respeto mutuo. Sin embargo, la llegada de una mujer forastera y la influencia de los virulentos cambios políticos que llegan desde la capital alterarán el sereno orden establecido durante años.

Reconozcámosle al realizador que su intentona es verdaderamente vasta en intenciones, pero digámosle también que su propuesta hace aguas cansadas por todos los lados. Quan´an utiliza más de tres horas para contar una historia que, además de por lo desproporcionado de su duración, fracasa por la ligereza con la que está tratado el cúmulo de acontecimientos que convoca el extenuante recorrido argumental.

De resultas de esa flagrante superficialidad caprichosa, la intrahistoria que se dispone a la relación de todos los personajes derrapa por una vertiente culebronera que tumba al más adicto de los seriales venezolanos.

Noblezas arcaicas reñidas con pensamientos jóvenes más acordes con los tiempos, amoríos condenados al destierro, ruralidad de tradiciones, venganzas a despecho, humillaciones físicas, devociones milenarias, descarrilan, pues la mayorías de las veces están hechas avanzar por capricho o por necesidad exterior de nula sutilidad.

La reflexión histórica, por lo tanto, perece entre tan abrumador material de derribo dramático. El atractivo de abordar la historia con mayúsculas, mediante las minúsculas circunstancias particulares de un grupúsculo endogámicamente construido durante cientos de años queda abortado por el cúmulo de vaivenes no bien justificados.

En fin, que a la hora y media, uno ya estaba deseando que, si el director, lo que tenía ganas es de hacer algo verdaderamente grande, más vale que se hubiera dedicado a hacer un rollito de primavera del tamaño de la Gran Muralla. Eso sí, luego que se lo hubiera comido entero. China tenía que ser la primera gran tortura que nos ha deparado el festival.

Kebung Binatang (Postcards From The Zoo), de Edwin

Pintoresco, estimulante y fallido film indonesio el que nos ha traído Edwin, joven realizador de aquel país asiático, que, en el año 2009, se alzó con el codiciado Premio Fipresci que se otorga en ese referente del cine documental e independiente que es el Festival de Rotterdam.

KEBUNG BINATANG es de esos films que, desde el primero de sus planos, se muestra muy complacido por situarse en el filo de la navaja. Esto es, de esa clase de riesgos fílmicos que, cabalgados sobre un rápidamente expuesto aliento mágico y lírico, no dejan de mecerse en una historia urdida a golpe de simbolismos, de fugas de lo evidente, de tajantes evasiones tanto de la realidad, como de la imagen misma proyectada en la gran pantalla.

Las primeras imágenes del film nos presentan a una niña perdida en un zoo. A continuación, tras un importante salto temporal, asistimos a la observación de la que podría ser esa pequeña unos veinte años después. La joven se llama Lana y es una entusiasta amante de todos los animales del zoo de Yakarta, en especial de una enorme jirafa, a la cual demuestra una sentida predilección.

En éste primer tramo del film la narración no existe. El fluido de sugerentes imágenes es acompañado de las curiosas especulaciones y pensamientos que expresa Lana, y de la presentación de unos pintorescos personajes, todos ellos relacionados con la cotidianeidad del zoo. Se va cociendo una extraña reflexión en torno a la acción animal de mirar y de ser mirado: el ser humano, en el fondo, como rareza inconsciente habitando su propia jaula.

Las imágenes de las jaulas de los animales, del cuidado que se les brinda, de la multitud paseando, de las distintas atracciones, del tupido elemento floral del entorno, en lugar del pensable tono festivo que debieren imponer, destilan una cierta inquietud, pues rezuman más soledad que algarabía festiva.

De súbito, la aparición de un curioso personaje dará un vuelco a lo expuesto: un extraño mago, vestido de vaquero, que cautivará la atención de Lana, hasta el punto de abandonar el zoo y seguirle en calidad de acompañante de sus números. Aquí Edwin abusa de las habilidades que le dispone este personaje: la magia se hace elemento demasiado evidente, puesto que la atmósfera deslizante, ingrávida y sinuosa lograda en el zoológico durante el primer tercio, ahora se patentiza con demasiada facilidad. Es un elemento que por abuso de convocación abunda, reitera, encorseta la sugerencia anterior.

No contento con esto, el film aún se enrolará en un meandro mucho más estrambótico: Lana irá a parar a un club de masajes para hombres, en el que seguirá acreditando su capacidad ensoñativa, adquirida en el trato humano que le ha dispensado siempre a sus queridos animales cautivos.

Edwin depara un curioso paralelismo entre éstos y los clientes de Lana. Las escenas de la protagonista empleándose sobre sus clientes o la de estos en la piscina interior remiten a la extraña animalización primera. Por momentos se podría llegar a pensar que todo lo mostrado hasta ese momento pudiera pertenecer a la fantasía de una masajista que, mediante esa facilidad evasiva, se desentendiera de su trabajo.

Un film irregular, con altibajos, pero que, en modo alguno, cabe tildar de improductivo o de caprichoso.